miércoles, 21 de julio de 2010

Daniel Villegas Rueda

La primera noche, sin duda, la peor desde hacía bastantes meses. La cabeza no paraba de darme vueltas y no quería mirar la realidad: tú ya te habías ido. Mejor dicho, yo me había ido. Ya estaba demasiado lejos de ti como para poder estirar una mano y alcanzar a tocarte. Te parecerá una idiotez de cría de 16 años que no sabía que sentía. Las lágrimas sin sentido empezaban a brotar una tras otra, hasta que de darle vueltas encontré el sentido y la “belleza” por así decirlo de esas lágrimas. ¿El sentido? No me daba cuenta de lo que tengo, no sabía de qué magnitud podía ser ese sentimiento que abarca nuestro corazón, en el que solo deseamos estar cerca de esa persona que te hace sonreír con el mínimo esfuerzo, y la belleza fue el simple echo de emocionarme por darme cuenta de que te quiero, desde el principio te quise. Que te quiero como no he querido a nadie, y no quiero querer a nadie así más que a ti. Y de repente, una sonrisa de idiota en la cara. Una sonrisa de euforia, y lágrimas de felicidad.

No tener nada por lo que preocuparte y todo basado en confianza y amor. Preocuparse por las pequeñeces de la vida, que no es nada comparado con otras veces, que la distancia había echo que dejase de creer en el sentimiento de amar. Y en el momento menos pensado, y de la manera más normal del mundo, empiezas a creer ciegamente en el sentimiento, que se podrían resumir en emociones. En millones de emociones a la vez. Pero lo más bonito de todo, esto deja atrás a cualquier persona que haya existido antes en mi vida. Y es posible que asuste, es un sentimiento humano el tener miedo. Pero ya no es un miedo a enamorarse. Es un miedo natural, que sentimos tanto el uno como el otro. Miedo a que olvides, o miedo a que yo olvide. Me da tantísimo miedo perder todo esto. Esto que es lo más grande que yo he tenido, y que por supuesto tengo y que no quiero ver el momento de que esto acabe, es algo que me viene grande. Terminarían tantas cosas.

Terminaría cualquier ilusión, cualquier sonrisa, cualquier emoción. Cualquier momento guardado permanecería ahí durante tanto tiempo, cada día doliendo más. Nada más triste que un recuerdo feliz. Terminaría el creer en lo inalcanzable que juntos hemos alcanzado, creer en volver a poder ser feliz. Y las lágrimas de felicidad se convertirían en amargas lágrimas que serían mis mejores amigas en esos largos meses de olvido.

¿Pero sabes? No quiero pensar en eso. Quiero pensar en lo que tengo.

Tengo a un chico que es perfecto. En su totalidad, y que me encanta. Y me trata como nadie me ha tratado.

Tengo algo por lo que estar feliz, tengo a mi lado a lo que siempre he querido tener. Tenemos algo que cuidar, el nosotros. Porque todo esto es nuestro, y nadie tiene derecho a tocarlo o a intentar romperlo. Ni siquiera la distancia. Somos dueños de esto, un sueño hecho realidad, algo que habría apostado que nunca llegaría a tener, y sensaciones que solo me has hecho sentir tu. El simple hecho de verte feliz, me hace feliz a mi y lo sabes perfectamente. Solo espero que seas feliz ahora mismo, con esto que hemos ido construyendo poco a poco.

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